Monday, July 1, 2013

Cuento (Texto basado en una Rana)



Cuento (Texto basado en una Rana)

La rana que algún día sería llevada a la Ciudad para morir en el río contaminado de una periferia.

Las aguas turbias de un estanque lucían apacibles ante la mirada de los osados excursionistas que transitaban por aquellos bosques caducifolios de hojas perennes.
Durante la primavera sus aguas silentes se convertían en el espejo de los narcisistas que orgullosos contemplaban su imagen en él.
Lo que ninguno de esos viajeros sabía era que bajo su superficie entre piedra, fango y raíces moraba una rana cuya piel lisa y resbaladiza brillaba con los primeros destellos del sol, atrayendo con su canto místico a aquel descuidado que se dejara seducir por su croar hipnótico.
Cierto día de una calurosa primavera en la Sierra Madre Occidental, un viajero alejándose de su grupo sintiéndose cansado, optó por recostarse en una piedra plana y lisa, que bien servía como un lecho acogedor.
–Será mejor que descanse. La noche será larga y todavía hay mucho por recorrer– dijo el viajero-.
La arrogante rana, se asomó entre las altas ramas que se sacudían con el revoloteo de los pájaros.
Saltó cayendo sobre él, el viajero se despertó y la rana fue atrapada por el viajero.
–Vaya, que hermosa rana–exclamó el viajero­– será mejor que la ponga en este frasco para mostrársela a mi hijo cuando retorne.
Y así fue, introdujo la rana al recipiente, cubrió la abertura con una delgada malla y durmió plácidamente hasta el día siguiente.
Muy temprano por la mañana, tomó su equipaje y el frasco con la rana, se dirigió al aeropuerto y tomó el primer avión rumbo a su ciudad. Descendió de la nave, y se encaminó a su casa, presionó el timbre y su hijo y esposa alegremente lo recibieron.
–Bienvenido–exclamaron– ya te extrañábamos.
Carlos, ven aquí, mira lo que te he traído.
– ¿Una rana?
–Sí hijo, ¿te gusta?
–sinceramente no, preferiría que estuviera en su entorno.
–Está bien, quizá mañana pase por el laboratorio y la deje ahí.
Muy temprano al día siguiente, se vistió, abordo su auto y se dirigió al laboratorio donde más tarde la regresarían a su entorno natural.
–Gracias, no sabe cuánto apreciamos que la haya dejado aquí, sólo veremos que este en buen estado y regresara a su hogar –le dijo la laboratorista del lugar–
–Hasta luego, que tenga buen día. –Comentó el viajero–
Y así fue como la rana comenzó a convivir con otras ranas de múltiples colores e incluso más bellas que ella.
La rana solo deseaba regresar a su hogar.
–No te preocupes–le comentó la rana mayor– aquí estarás segura, tendrás muchas moscas e insectos para ti. Hay una buena ración diaria.
–No es eso, extraño mi hogar, mi estanque y su agua templada, donde algún día canté y nací. Ahora he sido arrojada a este inhóspito y frio lugar, lejos de la tierra y los insectos silvestres, de las hojas y los nenúfares flotantes, del calor matutino.
–Sí, sí, pero ya cálmate. Estarás bien.
Y así fue como transcurrieron un par de años hasta que la rana llegó al ocaso de su vida, ya no croaba como antaño e incluso su piel lisa y resplandeciente perdió su lozanía.
Fue precisamente en ese momento cuando los laboratoristas la enviaron junto con las otras ranas a un emulo de estanque en las periferias de la ciudad, donde las aguas contaminadas terminaron por acabar con su vida paulatinamente.
De esta manera muriendo en el río de la gran ciudad, todas las ranas celebraron un homenaje póstumo croando al unísono, un bello canto que perduró en los oídos de los somnolientos habitantes.
Fin.


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