Saturday, June 29, 2013

La señora que cosía (Diálogo entre dos señoras)



La señora que cosía. (Diálogo entre dos mujeres)

En la mañana de un caluroso día de los primigenios días de mayo, Laura, se disponía a tomar el autobús, a conciencia de todo lo que implicaría abordarlo.
Al hacerlo, indicó al conductor su destino:
–Gran Sur, por favor y éste inmediatamente marcó en su teclado la cantidad de $6.00
Subió; por su mente se atravesaron la multitud de dificultades que implicaría llegar hasta la parte posterior: pisotones, miradas inquietas, empujones, sudores, rozar cuerpos de amplias y angostas dimensiones etc.
Lo que Laura realmente deseaba era obtener un espacio y tomarse del pasamano metálico, hasta que finalmente lo logró, de esta manera invadiendo la morada temporal de una gran cantidad de organismos microscópicos.
Inexorablemente sus oídos alcanzaron a escuchar la frecuencia de sonido de dos coloridos personajes, ambos femeninos, por cierto, que conversaban en una especie de monólogo.
­­­­_Sí como te digo, yo le digo a mi marido, sí tu quieres tener la casa limpia, pues hazlo—Y que le dice?,- mm pues ya ve, como que no le gusta, pero ya no dice nada.
–No, sí la comprendo-decía la mujer de cuerpo mesomorfo-
–Ya ve como son, luego sí lo hace una, se mal acostumbran y ya después van a querer que lo haga una a cada rato, y yo apenas tengo tiempo para mis costuras, luego mi´ja me lleva de comer hasta mi tallercito, que es un cuartito que tengo afuera, ahí tengo mi máquina de coser.-luego la mujer mesomorfa prosigue-
–pero qué bueno que su hija le lleva, por lo menos.
Continúa la mujer en tono triunfante:
–Hasta eso me salieron buenos muchachos, el sábado pasado me llevaron a comer y pues ya estuvimos conviviendo un rato…
-Que bueno-dijo la señora que la escuchaba atentamente, evitando hablar para no llamar la atención-
–Bueno, ya me voy, me saludas a tus hijos, yo me bajo en la siguiente…
-Sí, que estés bien, luego nos hablamos por teléfono.
Y de esta manera se levanta de su asiento, con dificultad llega hasta la puerta de descenso y presiona el botón rojo del timbre para solicitar la parada.
Finalmente desciende uno tras otro los peldaños de la escalera, baja con lentitud cargando las dos pasadas bolsas que traía consigo hasta tocar el suelo asfaltoso y de manera jubilosa se despide de su conocida con una sonrisa y una mirada furtiva que atravesaba los cristales mientras el autobús se alejaba con premura tras dejar un breve rastro de humo y ruido en la acera.
FIN.

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