La violencia ejercida contra la
mujer en la literatura del realismo mágico y la novela de la Revolución
Mexicana como géneros literarios.
Introducción
Los
de Abajo (1916), Pedro
Páramo (1955) y Crónica de una muerte
anunciada (1981), obras literarias pertenecientes al siglo XX, nos muestran
un esbozo de la violencia ejercida contra las mujeres en distintos momentos
históricos y que hasta hoy día continua vigente, no obstante es necesario
apuntar que como género literario fue un hito en el siglo precedente en
Latinoamérica y en el mundo.
De acuerdo a esto El Realismo mágico como
género literario “[…] constituye el descubrimiento de esa dualidad en la que
trascurre la vida americana: la realidad y la magia. Todo en América participa
de una manera u otra en ese juego entre lo manifiesto y lo oculto, entre la
diafanidad y el misterio, entre el bien y el mal, entre lo real y maravilloso.”[1]
De lo anterior se deduce que la narrativa de
los autores juega e involucra todos estos aspectos que se traducen en los
momentos violentos de la narración.
Por otra parte, en la novela de la Revolución
Mexicana cuyo mayor exponente fue Mariano Azuela, los personajes se encuentran
“[…] inmersos en un mundo de violencia dejan escapar su instinto primitivo, instinto
que los impulsa a matar [...]”[2]
y así es como la violencia se representa en las mujeres de este género.
La agresión según Diane Papalia: “[...] es
cualquier comportamiento destinado a dañar a alguien o algo que nos rodea […] a
menudo explota en violencia, acción destructiva contra personas o propiedades.
Otras veces el impulso agresivo se limitó a la rivalidad, ataques verbales u
otras expresiones de hostilidad que no incluyen el daño físico. Por tanto, de
un comportamiento que el individuo lleva a cabo con la intención de causar daño.”[3]
La violencia dentro del entorno familiar,
también está dominada por los hombres “[…] se puede […] definir la violencia
doméstica como los malos tratos físicos que da un miembro de la familia a otro
u otros […]. La violencia de los maridos hacia las mujeres es el segundo tipo
más frecuente […]”.[4]
Como se puede apreciar en el siguiente
fragmento de Los de Abajo, el abuso
de autoridad que hacen los generales del ejército federal contra la mujer de
Demetrio Macías:
“Unos hombres a caballo llegaron vociferando
y maldiciendo. Dos apearon y otro quedó cuidando a las bestias.
– ¡Mujeres…,
algo de cenar!...Blanquillos, leche, frijoles, lo que tengan, que venimos
muertos de hambre.[5]
– ¿En dónde
estamos, vieja?... ¡Pero con una […]
–
[…] ¡Vieja, queremos cenar, y que sea pronto!”[6]
Así mismo se puede distinguir la violencia
doméstica traducida en agresiones verbales en contra de la servidumbre femenina
que atendía a Pedro Páramo:
“Ella siempre odió a Pedro Páramo
“¡Doloritas!” ¿Ya ordenó que me preparen el desayuno?” Y tu madre se levantaba
antes del amanecer. Prendía el nixteco. Los gatos se despertaban con el olor de
la lumbre. Y ella iba de aquí para allá, seguida por el rondín de los gatos
“¡Doña Doloritas!”[7]
“[…]
la violencia doméstica –la que se ejerce en el contexto del hogar es parte de
la experiencia de muchas mujeres. Esto no es una lacra social nueva, ya que era
habitual en el matrimonio medieval y en los primeros momentos de la
industrialización […]. Ahora las mujeres tienen una mayor protección legal,
pero este tipo de violencia sigue estando muy extendido. A pesar de encontrarse
en una posición legal más favorable, a las mujeres que padecen la violencia
doméstica les resulta difícil recurrir a la ley […]”.
De acuerdo a lo anteriormente citado la
agresión no sólo desemboca en la violencia doméstica, sino que ésta implica un
daño contra algo o alguien, por consiguiente surgen otro tipo de agresiones que
implican acciones destructivas, en este caso, como muestra el siguiente
fragmento de Los de Abajo:
– “Es
muy molesto de comerse uno solo sus corajes
– afirma,
muy serio, uno de sombrero de petate como cobertizo de jacal. – Yo, en Torreón,
maté una vieja que no quiso venderme un plato de enchiladas. Estaban de pleito.
No cumplí mi antojo, pero siquiera descansé”.[8]
Este es meramente un rasgo psicológico del
Güero Margarito, que evidencia la frustración de no satisfacer su hambre y por
ende transferir su ira en contra de la mujer que no lo atendió. Se puede
evidenciar que tiene un carácter reactivo e intolerante y propenso a la
agresión mediante el escenario de tensión que permeaba en el lugar.
Por otra parte así como la agresión muchos de
los delitos que se cometen al interior del hogar contra las mujeres son la
violación que según Anthony Giddens: “[…] está claramente relacionada con la
asociación entre masculinidad y poder, dominación y vigor. En la mayoría de los
casos no es el resultado de un deseo sexual arrollador, sino de los vínculos entre
sexualidad y sentimientos de poder y superioridad […]”[9].
De esta manera lo podemos evidenciar en el
siguiente fragmento de Pedro Páramo:
“ […] –Damiana, –oyó
Le temblaba el corazón como si fuera un sapo
brincándole entre las costillas.
–Pero ¿para qué, patrón?
– ¡Ábreme, Damiana!
–Pero si ya estoy dormida, patrón
Después sintió que Don Pedro se iba por los
largos corredores, dando aquellos zapatazos que sabía dar cuando estaba
corajudo […] Después volvió a oír otros golpes; pero contra la puerta grande,
como si la estuvieran aporreando a
culetazos […]”[10]
Otro tipo de agresión es el acoso sexual y
que se puede evidenciar en el personaje de Divina Flor en Crónica de una muerte anunciada, ya que constantemente sentía esa
necesidad de protegerse de su agresor dominante, le huía, y le atemorizaba el
hecho de quedarse a solas con él, puesto que si por alguna razón se daba el
encuentro temía por su integridad física. Evidentemente esto se puede apreciar
en el fragmento:
“Santiago
Nasar atravesó a pasos largos la casa en penumbra, perseguido por los bramidos
de júbilo del buque del obispo. Divina Flor se le adelantó para abrirle la
puerta, tratando de no dejarse alcanzar por entre las jaulas de pájaros
dormidos del comedor, por entre los muebles de mimbre y las macetas de helecho
colgados de la sala, pero cuando quitó la tranca de la puerta no pudo evitar
otra vez la mano de gavilán carnicero. Me agarro toda la panocha –me dijo
Divina Flor–. Era lo que hacía siempre cuando me encontraba sola por los
rincones de la casa, pero aquel día no sentí el susto de siempre, sino unas
ganas horribles de llorar.”[11]
Por otra parte la violencia que se ejerce en
el hogar de Ángela Vicario muestra la aceptación pasiva de la víctima hacia su
agresora, siendo éste motivo suficiente para que Ángela reaccionara de manera
violenta, pero no fue así, sino que se sometió al rigor de la violencia:
Solo
Pura Vicario supo lo que hizo en las dos horas siguientes, y se fue a la muerte
con su secreto. “Lo único que recuerdo es que me sostenía por el pelo con una
mano y me golpeaba con la otra con tanta rabia que pensé que me iba a matar>>,
me contó Ángela Vicario. Pero hasta eso lo hizo con tanto sigilo que, su marido
e hijas mayores, dormidos en los otros cuartos, no se enteraron de nada hasta
el amanecer cuando ya estaba consumado el desastre [….]
Los
gemelos volvieron a la casa un poco antes de las tres, llamados de urgencia por
su madre. Encontraron a Ángela Vicario tumbada bocabajo en un sofá del comedor
y con la cara macerada a golpes, pero había terminado de llorar. <<Ya no
estaba asustada –me dijo–. Al contrario: sentía como si por fin me hubiera
quitado de encima la conduerma de la muerte, y lo único que quería era que todo
terminara rápido para tirarme a dormir. >>”
El fenómeno violento anteriormente citado por
Ángela Vicario en el fragmento de Crónica
de una muerte anunciada nos muestra que no importando el momento histórico,
las personas también son sometidas por la moral tan rígida y los roles
impuestos a la sociedad, en este caso Bourdieu nos comenta que:
“[…] La virilidad, entendida como capacidad
reproductora, sexual o social, pero también como actitud ante el combate, y
para el ejercicio de la violencia (en la venganza sobre todo), es
fundamentalmente, una carga. En oposición a la mujer, cuyo honor, esencialmente
negativo, sólo puede ser, definido o perdido, al ser su virtud sucesivamente
virginidad y fidelidad, el hombre <<realmente hombre>> es el que se
siente obligado a estar a la altura de la posibilidad que se le ofrece de
incrementar su honor buscando la gloria y la distinción de la esfera pública.[12]
En conclusión las tendencias violentas de los
personajes en los textos de las novela anteriormente citados nos permiten
apreciar las características del género literario como tal, se percibe la
atmósfera de realidad que se fusiona con elementos mágicos y ocultos, muchas
veces llevados de la mano con el lirismo de Juan Rulfo, que hace apenas
perceptibles los eventos violentos, por otra parte en Crónica de una muerte anunciada la violencia contra la mujer no
sólo es ejercida por la mano del varón, sino también por la mano femenina de
Ángela Vicario que le propicia una tremenda paliza a su hija por haber perdido
el honor de la virginidad y la honra de
la familia. En este caso parece una situación matriarcal que obedece a las
normas socialmente impuestas en el siglo XX, no obstante hay que mencionar que
la situación de honor que debía mantener ante la esfera pública Bayardo San
Roman debido a la deshonra que fue
ajusticiada por la trasferencia de poder para ejercer la violencia desmedida
contra Ángela.
Por último la violencia igualmente de una
fémina contra una fémina es notoria en la agresión del personaje de La Pintada contra el personaje de Camila, que comienza en una agresión y
culmina con el asesinato de ésta última y la segregación del primer personaje
de la bandada de hombres revolucionarios.
Bastaron tres distintos momentos históricos
para reflejar la violencia contra la mujer que continua vigente hasta hoy día;
claro está que el contexto cambia y con ello la modificación a los valores
familiares y sociales también, las leyes se modifican, así como los actos. Por
último hay que recordar que en el presente texto se habla exclusivamente de las
diferentes formas de violencia contra la mujer no obstante no hay que minimizar
las agresiones a toda persona, independientemente de su género.
[1]
Lourdes Franco, “Unidad 10. De 1940 a nuestros días”, en Literatura Hispanoamericana, Limusa, México, 2000, p. 396.
[2]
Lourdes Franco, “Tema 5. La novela de la Revolución mexicana. Mariano Azuela”
en op. cit., p. 325.
[3]Diane
E. Papalia, Sally Wendko Olds; Trad. de Niesen Holms, Marie Anne, Masjuan Castellvi,
Cabestany Pere, Estella Maria, “Motivación y emoción” en Psicología, McGraw-Hill, México, 1987, p. 338.
[4]Anthony
Giddens, “Interacción social y vida cotidiana” en Sociología, Alianza Editorial, Madrid, 2000, p.
[5]Mariano
Azuela, “Primera parte. I “, Los de
Abajo: novela de la Revolución mexicana, 2ª. Edición, FCE, México, 1960, p.
8.
[6]Loc. Cit.
[7] Juan
Rulfo, Pedro Páramo, Editorial RM,
México, 2005, p. 21.
[8]Mariano
Azuela, Op.cit. p. 85.
[9] Anthony Giddens, Op. Cit.
[10] Juan Rulfo, Op. cit. p. 112-113.
[11] Gabriel
García Márquez, “Crónica de una muerte anunciada”, Documento PDF. Consultado en
Línea.
[12]
Pierre Bourdieu; trad. de Joaquín Jordá, “Virilidad y violencia“, en La
dominación masculina, Anagrama, Barcelona, 2000, p. 39.